jueves, 30 de abril de 2020

Mesías

Durante estos días de confinamiento he tenido ocasión de ver la primera temporada de la serie Mesías (Messiah) en Netflix. Es una serie que recomiendo (aunque a veces se me hacía un poco lenta) y que me ha llevado a pensar sobre una serie de cosas que quería compartir aquí.

El argumento de la serie gira en torno a la idea de lo que podría suceder si llegara alguien al que se le considera el Mesías, con la diferencia de que aparece entre refugiados palestinos. Los israelís lo consideran un enemigo, los servicios secretos de Estados Unidos también, pero tiene un buen número de seguidores en esos países.

En la serie se juega mucho con la ambigüedad y con las apariencias. ¿Obra prodigios o sus actos extraordinarios se deben a trucos de magia? ¿Es quien dice ser o simplemente es un loco muy inteligente que sabe tocar la fibra de las personas?

Pero imaginemos por un momento que Jesús de Nazaret (o su verdadera identidad) regresara a este mundo, tal como prometió hace 2.000 años. Imaginemos que se presenta aquí en carne y hueso, en la sociedad tecnificada y secular del siglo XXI. ¿Qué sucedería? ¿Cómo sería recibido?

En la serie se ven todo tipo de actitudes: los que creen que es un peligroso terrorista, los que creen que es quien dice ser, los que creen que es un desequilibrado mental y los que creen que es simplemente un farsante. Nada nuevo bajo el sol, si atendemos a cómo se recibió a Jesús de Nazaret en su tiempo.

¿Realmente ha cambiado tanto la situación? Imaginemos que Jesús vuelve. Tendríamos de nuevo a multitudes enteras que le pedirían prodigios para creer en él, que nunca estarían satisfechas si se les ofrecieran milagros pues siempre querrían más. Como en la época de Jesús, habrá personas atraídas por lo sobrenatural pero cuyas creencias serán muy superficiales y su fe casi inexistente.

También tendríamos el reto que supondría para líderes religiosos y gobernantes una figura como la de Jesús. ¿Lo reconocerían las Iglesias cristianas, que se supone que son herederas de su legado, y cambiarían su rumbo para abrazar la religión DE Jesús y abandonar la religión SOBRE Jesús? ¿No pondrían los gobiernos a los servicios secretos detrás de él, para pillarlo en cuanto tuvieran la ocasión, igual que le sucedió a Jesús con el Sanedrín judío?

En esta época de fake news y de posverdad, que tan a sus anchas campan en las redes sociales, me imagino una campaña de ridiculización y desprestigio (cuando no de odio) hacia su figura. No sería una crucifixión, pero los ataques serían de ámbito mundial. Millones de personas no sabrían qué creer, y lo único con lo que podrán contar es con la guía de su chispa divina interior y con su fe.

Claro que también habría quien creería en él y en su mensaje, pues la Verdad siempre se acaba abriendo camino en el corazón de los buscandores sinceros.

De todas formas, el día en que eso suceda solo Él lo sabe. Espero que cuando ese día llegue le recibamos mejor que hace dos mil años.



miércoles, 29 de abril de 2020

El mundo que nos espera

Está claro para todos que el mundo no va a ser igual después del coronavirus. Es probable que sea peor en muchos aspectos, pero no tiene por qué ser así.

Ya a finales del año pasado eran muchas las voces que anunciaban que se avecinaba una crisis económica fuerte, pero nadie podía prever que el coronavirus nos la pusiera en las narices al comienzo de este año. La economía mundial ha sufrido un parón enorme debido a las medidas de confinamiento que se han impuesto con mayor o menor rigor en prácticamente todos los países del mundo.

Cuanto más avanza el confinamiento, me surgen más preguntas que certezas. Una de las preguntas que tenemos todos en mente es: ¿qué va a pasar con toda la gente que se va a quedar sin trabajo? En todo lo que llevamos de modelo de economía de mercado no ha habido nunca una deceleración tan intensa en tan poco tiempo. Da miedo, teniendo en cuenta que nuestro sistema económico está basado en el crecimiento.

"Me temo que tiene humanos"
Muchas voces dicen que esta es una ocasión de oro para repensar el mundo en el que queremos vivir, y realmente lo es, pero también es cierto que hay una fuerza poderosa que se opone, que quiere seguir en el modelo depredador del BAU (Business As Usual), el de hacer negocios como siempre. El problema para ellos está en que el mundo ha cambiado en cuestión de días, la globalización está seriamente en peligro (cierre de fronteras, restricción del transporte internacional, relocalización de producción, etc.) y es necesario hacer cambios para adaptarnos a este nuevo panorama sin morir en el intento. No creo que el BAU sea una opción que nos permita remontar, más bien nos llevará más rápido hacia el abismo. Pero eso no significa que no haya fuertes presiones para que los de siempre sigan engrosando sus cuentas de beneficios.

Otra de las preguntas que me hago es sobre el tipo de sociedad que se va a imponer en el futuro, dadas las circunstancias. Por ahora vislumbro dos alternativas de futuro:

1. Una dictadura férrea basada en el control en las personas con el uso de las tecnologías y del big data, en el que nuestros movimientos estén controlados y las condiciones de trabajo se deterioren aún más. Un mundo en el que habrá enormes desigualdades entre los que lo tendrán todo y los que tendrán migajas, cuando no nada.

2. Una transición a una economía de decrecimiento basada en el modelo de economía del bien común, en el que la desigualdad sea menor y el grueso de las personas tengan una vida digna con las necesidades básicas bien cubiertas.

Siendo realista, la que veo más probable es la primera. No veo a los líderes mundiales con la suficiente altura y amplitud de miras para llevar a cabo la segunda opción, que en mi opinión es la única que podría enderezar el rumbo de esta humanidad maltrecha. Para que esa opción siguiera adelante, muchos poderosos tendrían que renunciar a sus propios intereses, a "darse un tiro en el pie", por decirlo vulgarmente, y eso no es fácil que suceda. Se necesita mucha grandeza moral para sacrificar privilegios por el bien de otros.

¿Podría ser que, cuando llegue la vacuna, todo vuelva a la normalidad? Aquí también nos encontramos con muchas interrogantes, que dependen de quién tenga la patente de la vacuna y de si todo el mundo va a tener acceso a ella, sin importar el país de residencia ni el lugar que se ocupa en la escala social. Aparte de eso, ¿quién no nos dice que los gobiernos le pillan el gustillo a tenernos controlados y a recortarnos libertades que costaron mucho de lograr pero que se pueden arrebatar en un momento? El virus puede ser una excusa perfecta en el futuro para tenernos confinados y controlados.

Aunque, después de lo que hemos vivido este año con la irrupción del coronavirus, todavía nos pueden llegar más sorpresas. ¡Espera lo inesperado! ¡Cualquier cosa puede pasar!




viernes, 24 de abril de 2020

Toda crisis es una oportunidad

Ya desde los primeros días del confinamiento se escuchaban voces que nos animaban a repensar nuestra sociedad y nuestra vida. El coronavirus nos ha obligado a detenernos. De un plumazo nos ha llevado a mirar en nuestro interior, pues los estímulos exteriores se han reducido al mínimo. Si hay ahora una fuente de "ruido" son sin duda las redes sociales. Y es cierto que si uno se sumerge lo suficiente en ellas consigue abotargar la mente. Otra cosa es que lo que vea allí le ayude a aliviar la angustia.

Pero... ¿qué sucede cuando nos ponemos a pensar en que existe otra manera de vivir? Nos estamos dando cuenta de que podemos dedicar nuestro tiempo a leer, jugar con nuestros hijos... Muchos padres están pasando un tiempo con los hijos que antes no tenían pues el trabajo no se lo permitía. También están valorando mucho más a los maestros, que tienen que lidiar con muchos niños más e intentar que adquieran conocimientos y valores. Gracias a los niños muchos han vuelto a pintar, a tomar tijeras, papel y pegamento y hacer manualidades... Nos hemos dado cuenta de que los niños se divierten más con ese tipo de cosas y no tanto con juguetes caros que arrinconan al día siguiente de haberlos recibido.

También nos estamos dando cuenta que no necesitamos tanta ropa ni zapatos. Para estar en casa, con pocas prendas se apaña uno. ¿Y qué decir de la comida y la repostería casera? Después del papel higiénico, que fue el producto más buscado durante los días previos al confinamiento, estas últimas semanas lo que se acaba en los supermercados es la harina y la levadura. ¿Por qué será? Si así nos convencemos de lo sano que es tomar comida casera con ingredientes saludables, será otra buena enseñanza que sacaremos de esta crisis.

Hemos descubierto también lo mucho que nos necesitamos los unos a los otros. Nos hemos dado cuenta de que todos estamos en el mismo barco: vecinos, amigos, familiares, compañeros de trabajo... También somos conscientes del trabajo fundamental de personas que no suelen estar bien pagadas pero que nos mantienen dentro de la civilización: personal de limpieza, agricultores, trabajadores del sector alimentario, personal sanitario, de farmacias, de mantenimiento de servicios básicos e infraestructuras... Nos hemos dado cuenta de que dependemos de ellos más de lo que creíamos.

Y sobre todo nos hemos dado cuenta de lo frágil y efímera que es nuestra vida. En cualquier momento el virus puede darnos el zarpazo, sobre todo a los que ya pasamos de los cincuenta. No importa si estamos sanos o no tenemos dolencias graves: existe la posibilidad de que nos toque la lotería siniestra, de caer en ese tanto por ciento de la población para el que el coronavirus acaba siendo letal. Es todo un baño de realidad darse cuenta de que la de la guadaña puede venir a visitarnos en cualquier momento, por muy sanos que creamos estar.

Ya que estamos viviendo esta crisis, ¿por qué no verla como una oportunidad de percibir la esencia de las cosas, en lugar de distraernos con el ruido exterior? ¿Por qué no aprovecharla para reflexionar sobre lo que queremos hacer con nuestra vida? El mundo ha frenado, pero no para que nos bajemos de él, sino para vivir en él con sentido.

jueves, 23 de abril de 2020

Némesis

En mi anterior post, Confinamiento, expliqué cuál está siendo mi manera de sobrellevar el estado de alarma por el coronavirus. En este, quiero compartir mis ideas sobre por qué hemos llegado a esta situación tan insólita y sin precedentes.

En todos estos días he podido leer mucho y ver entrevistas con expertos, lo que me ha servido para hacerme una composición de lugar. Puede que no sea una composición correcta, pero a mí me parece bastante ajustada a la realidad.

¿Por qué hemos llegado al insólito extremo de tener medio mundo paralizado por una pandemia de un virus desconocido hace unos meses? Es cierto que no es la primera pandemia que sacude el mundo, pero es sin duda la primera que ha alcanzado prácticamente a todos los países de la Tierra (salvo contadas excepciones) en un tiempo récord. También es cierto que no es especialmente letal, como pudo serlo la peste negra o la mal llamada gripe española, pero tiene un índice de contagio muy alto y es sorprendentemente selectiva en las personas a las que suele atacar. Aunque el índice de mortalidad sea bajo, un porcentaje pequeño de cientos de millones de personas son millones de personas. Es mucha gente como para estar dispuestos a sacrificarla si se elige la opción de no hacer nada.

A pesar de que se tiene el genoma de este virus, todavía no se conoce ningún medicamento que se haya probado efectivo al cien por cien, y mucho menos una vacuna que nos inmunice, como sucede con otras enfermedades. Esto hace que el aislamiento riguroso y el distanciamiento social que conlleva sea la única manera de poder hacerle frente de momento.

Una característica muy inquietante de este virus que hace muy difícil enfrentarse a él es que hay un porcentaje muy grande de los llamados "asintomáticos", esto es, personas que están infectadas con el virus y que pueden contagiarlo aunque no desarrollen síntomas evidentes. Como el número de tests disponibles es muy escaso no se suelen hacer a estas personas (con la única excepción de Islandia, y eso porque es un país con muy poca población), así que es difícil que lleguemos a saber cuántas personas tienen el virus realmente. Eso hace que nos miremos con desconfianza, pues cualquiera de las personas con las que interactuamos puede tenerlo sin que lo sepamos.

Todo este cuadro ha creado la tormenta perfecta que ha hecho que el mundo se detenga, con unas consecuencias futuras que todavía no somos capaces de predecir en su totalidad.

Más que de esas consecuencias, me gustaría hablar de los antecedentes, de todo lo que sin duda ha sido determinante para que tengamos que enfrentarnos a esta amenaza mundial.

A primera vista, podemos echarle la culpa al virus de la situación. Es lo más fácil, pero no es real. Normalmente unos ecosistemas sanos hacen de "colchón" que impide que esos patógenos que afectan a animales salvajes lleguen hasta los seres humanos. Si los ecosistemas se dañan se pierde biodiversidad y la capacidad de absorber patógenos. Y si los ecosistemas están heridos, si la biodiversidad disminuye en todo el mundo, es por culpa de los seres humanos y de nuestro afán depredador por crecer a toda costa. Que es curiosamente la misma estrategia de un virus.

El SARS-COV-2 no es el primer virus que pasa de los animales a los humanos, y como sigamos empeñados en mantener el rumbo no será el último. Es más, entra dentro de lo probable que alguno de los que venga sea todavía más letal que este. Imaginaos una combinación de tasa y modo de contagio del SARS-COV2 con la mortalidad del Ébola. Yo prefiero no imaginarlo.

Hay quienes dicen que este virus fue creado en un laboratorio. Después de lo que he leído, he llegado a la conclusión de que es improbable que fuera así. Primero, porque no es tan perfecto como podría ser un virus manipulado en laboratorio (perfecto en el sentido de letal y de capaz de mutar rápidamente). Y segundo, porque... qui prodest? ¿A quién beneficia? ¿China iba a inventar un virus letal que podía afectar seriamente a su población? Y la misma pregunta podría hacerse de Estados Unidos, que ahora mismo encabeza el ránking de afectados y muertes. Un virus como arma bacteriológica se puede volver en contra del agresor con demasiada facilidad.

Con lo que he visto de momento, me inclino a pensar que el virus se propagó por un error de manipulación en un laboratorio. Cerca (tan cerca como poco más de 200m) del que se cree fue el foco de infección, el mercado de animales exóticos de Wuhan, había un laboratorio de nivel 3 que investigaba virus de animales como el tristemente famoso murciélago. Aquel lugar pudo muy bien ser la "zona cero" y el "paciente cero" uno de los trabajadores de ese laboratorio. Pero dudo que lleguemos a saberlo algún día. Hay mucho secretismo y poca transparencia en este asunto.

Es cierto que el parón ha hecho que la contaminación se reduzca y que incluso se vean animales salvajes por las calles de pueblos e incluso de ciudades. La naturaleza tiene la capacidad de recuperarse a poco que la dejemos en paz. Pero... ¿qué pasará cuando volvamos a la "normalidad", cuando todos los coches vuelvan de nuevo a las carreteras y los aviones a surcar los cielos, y las fábricas a producir a pleno rendimiento? ¿Vamos a aprender la lección y a frenar un poco? El coronavirus está poniendo a prueba el sistema económico y por extensión la civilización humana. El tiempo lo dirá, y más pronto que tarde.

En última instancia, el cambio climático y la destrucción de ecosistemas están haciendo que se rompan muchos delicados equilibrios naturales que llevan a que los patógenos tengan vía libre para campar a sus anchas.

Hemos herido seriamente el medio ambiente, y da la impresión de que la Tierra, nuestro hogar, nuestra Madre, está siendo nuestra Némesis.


martes, 21 de abril de 2020

Confinamiento

Esta es la sexta semana que llevo en confinamiento, y hacía tiempo que quería escribir sobre cuál está siendo mi experiencia ante una situación que se nos ha presentado a todos por primera vez.

Esta situación, aun siendo terrible para mucha gente (y no solo para la que está enferma luchando por su vida en un hospital), puede sobrellevarse bien si se toman una serie de medidas. A mí me están funcionando, y espero que puedan servirles a otros también.

Crear una rutina diaria

En mi caso, que teletrabajo, me levanto siempre a la misma hora, entro a trabajar a una hora concreta (aunque no tendría por qué) y cierro el ordenador más o menos a la misma hora (salvo que haya alguna emergencia que atender). Procuro levantarme de vez en cuando, salir a la terraza a que me dé el aire. Hago las tres comidas del día más o menos a la misma hora y procuro no irme a dormir más tarde de las once, para mantener un horario de sueño más o menos constante.

Los fines de semana intento seguir otra rutina, más parecida a la que llevaba antes del confinamiento, excepto por el hecho de que no salgo de casa.

Hacer algo de ejercicio físico

Cuando acabo de teletrabajar, tengo la rutina de completar 5.000 pasos al día. Al principio los hacía dentro de la casa, pero últimamente los hago dando vueltas al patio. También va bien para que nos dé el aire y el sol y así despejarnos un poco.

Mis hijas hacen ejercicios de estiramientos en días alternos, aprovechando las clases virtuales que se dan en las redes sociales. Hay miles de ellas para todos los gustos y niveles.

Mantener unos hábitos de higiene constantes

Parte de la rutina es la ducha diaria antes de empezar la jornada. También es importante ir lavándose las manos con frecuencia. Al principio tenía las manos muy secas, pero me da que ya se han acostumbrado o que quizá al hacer subido un poco la temperatura no se dañan tanto. En cualquier caso, es una buena manera de mantener gérmenes y virus alejados de nosotros.

Vestirse

Puede parecer una tontería, pero me propuse vestirme cuando empezara con el teletrabajo de la misma forma que si fuera a la oficina, y eso me ha hecho sentirme mejor. Ni siquiera en fin de semana estoy mucho tiempo en pijama, pues eso me da sensación de dejadez. Personalmente me anima vestirme como para salir a la calle (aunque siga llevando zapatillas de estar por casa), para mí da sentido a lo que estoy haciendo.

No obsesionarse con las noticias sobre el coronavirus

Es bueno para la salud mental no obsesionarse ni angustiarse con las noticias sobre el coronavirus y evitar estar conectado todo el rato a las redes sociales leyendo información relacionada. En mi caso me informo a una hora concreta del día (suele ser a primera hora, antes de ponerme a teletrabajar).

Mantener contacto regular con familiares y amigos

Seguir en contacto con la familia y amigos por teléfono o por Internet nos ayuda a sentirnos acompañados. Creo que ahora estoy más en contacto con familia y amigos que antes del confinamiento. Realmente todos nos estamos dando cuenta de la importancia de cultivar las relaciones personales. Al fin y al cabo, y como dice el refrán africano, "yo soy porque nosotros somos".

Aprovechar el tiempo libre para hacer cosas que nos gusten

Si hay algo que sobra en el confinamiento es tiempo. Procuro leer un poco cada día, ver vídeos de temas que me interesan, programas de televisión de temas que me gusten, series que tenía pendientes de ver (aunque eso me cuesta más). También aprovecho para hacer trabajo relacionado con El libro de Urantia (ese no falta nunca). ¡Os aseguro que los días se me pasan volando!

Apoyarse en las relaciones humanas en los días malos

Días malos los ha habido y los habrá para todos. El día que uno se encuentre especialmente decaído, es vital que los demás sean comprensivos y le ayuden. El desánimo nos puede visitar a todos en un momento dado. Una cosa que a mí por ejemplo me da fuerza es salir al balcón de casa a las 8 de la tarde para aplaudir. Se hace en homenaje a los que están en los hospitales cuidando de los enfermos y a todos los que trabajan para que sigamos viviendo en la civilización, pero también es un momento para crear comunidad con los vecinos de la calle y darnos ánimos mutuamente. Es un pequeño gesto que tiene una gran repercusión.

No angustiarse por lo que pasará después

Sé que es inevitable pensar en lo que pasará con nuestro entorno en particular y el mundo en general una vez el COVID se vaya después de cobrarse su peaje en vidas y ruina económica. El panorama que nos pintan es muy sombrío, pero también es cierto que no arreglamos nada angustiándonos ahora. A veces me pongo a pensar en lo que puede pasar y es cierto que da vértigo, pero intento ahuyentar esos pensamientos y centrarme en el día a día.

Además, como dijo un gran hombre: "para un creyente del reino, ¿qué importa si todas las cosas materiales se derrumban?"