jueves, 5 de noviembre de 2020

El Padre nuestro y sus cambios nada inocentes


 Hoy he leído una entrada muy interesante acerca de las palabras del Padre Nuestro y sus cambios, en un blog que visito de vez en cuando, que me ha hecho pensar en que estos cambios nunca son inocentes y obedecen a un propósito.

Por si queréis leer la entrada original, podéis leerla aquí.

Cuando iba al colegio (colegio de monjas), aprendí una versión del Padre Nuestro que no es la que se reza en las iglesias católicas en los últimos años. De hecho he sido incapaz de aprenderme la nueva versión (o no he tenido la motivación suficiente de hacerlo). En mi infancia, el Padre Nuestro era este:

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino,

hágase tu voluntad

así en la tierra como en el cielo.

El pan nuestro de cada día

dánosle hoy

y perdona nuestras deudas

así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

No nos dejes caer en la tentación

mas líbranos del mal.

Amén.

En el Padre Nuestro que se reza actualmente (y que se cambió en 1986 durante el papado de Juan Pablo II) se cambió deudas/deudores por ofensas/que nos ofenden. Veamos esta nueva versión, que he tomado directamente de la web de El Vaticano:

Padre nuestro que estás en el cielo, 
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu Reino;
hágase tu voluntad 
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy 
nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos 
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén.

Según parece, la versión inicial en griego habla sin lugar a dudas de deudas, en ningún caso de ofensas. Podéis ver aquí una entrada del blog Religión Digital donde se habla de este cambio. Para ellos, está claro que esas deudas a las que se alude en esta oración no son metafóricas ni espirituales, sino materiales. Rescato aquí un párrafo, porque me parece muy interesante:

Jesús en boca de Mateo y en el Padrenuestro no hablaba de ofensas. Hablaba de verdaderas y auténticas “deudas”. Deudas de dinero. Dinero que el pobre no tenía y sin el cual ninguna vida espiritual es posible.

En una época en que los bancos y los Estados no están por perdonar deudas a nadie, sino más bien lo contrario (fomentar que personas y Estados se endeuden aún más y que estén atados de pies y manos durante décadas a sus acreedores), resulta curioso que se modificara la oración de esa forma. ¡Estoy segura de que el FMI vio este cambio con buenos ojos!

Después de leer estas entradas, fui a El libro de Urantia a ver cuál es la redacción del Padre nuestro que contiene (por desgracia, solo fui capaz de memorizar mi Padre nuestro de niña). Está en el documento 144 y dice así:

(1620.1) 144:3.3 Padre nuestro que estás en los cielos,
(1620.2) 144:3.4 Santificado sea tu nombre.
(1620.3) 144:3.5 Que venga tu reino; que se haga tu voluntad
(1620.4) 144:3.6 En la Tierra al igual que en el cielo.
(1620.5) 144:3.7 Danos hoy nuestro pan para mañana;
(1620.6) 144:3.8 Vivifica nuestra alma con el agua de la vida.
(1620.7) 144:3.9 Y perdónanos nuestras deudas
(1620.8) 144:3.10 Como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.
(1620.9) 144:3.11 Sálvanos de la tentación, líbranos del mal,
(1620.10) 144:3.12 Y haznos cada vez más perfectos como tú mismo.

Pues sí, en El libro de Urantia aparecen las palabras deudas/deudores, igual que el Padre nuestro anterior a 1986 (en el original inglés, debt/debtors). Además, aparecen frases que no aparece en el Padre nuestro católico: Vivifica nuestra alma con el agua de la vida y Haznos cada vez más perfectos como tú mismo. 

¡Qué curioso que estas dos frases desaparecieran! ¿Verdad?

Espero que el mundo (todo el mundo, no solo unos cuantos como ahora) conozcan la oración del Padre nuestro tal como Jesús la ofreció, primero a su familia y luego a los apóstoles. No solo por recuperar la alusión a las deudas materiales (que tanto daño y sufrimiento están causando a los más necesitados), sino también por esas líneas que desaparecieron y que son una súplica para crecer espiritualmente y seguir el mandato de ser perfectos como nuestro Padre es perfecto.

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