Después de un par de meses de no asomarme por aquí a
escribir una entrada, me apetece reflexionar sobre el hecho mismo de escribir
un blog.
Aunque hay muchos blogs exitosos ahí fuera con millones de
visitas, el mío es uno de tantos millones de blog que apenas nadie lee. No es
que tuviera muchas expectativas al respecto, pero resulta curioso (y hasta cierto
punto descorazonador) que mis entradas más leídas apenas superen las cien
visitas.
Es cierto que no soy famosa y mi presencia en las redes
sociales es más bien escasa, lo que desde luego no ayuda. Tampoco la temática
del blog, dedicado a mis novelas y a reflexiones sobre lo humano y lo divino
que le resultarían extrañas a la mayoría de la gente. A pesar de que mis cinco
novelas son gratuitas en formato electrónico, no es que hayan tenido mucho eco,
más allá de un par de grados
de separación (o al menos a mí no me ha llegado ese eco). Todo esto hace
que me dé cuenta de que, en esta jungla de Internet, la publicidad lo es todo.
Y tengo que confesar que no tengo ni tiempo ni ganas de
dedicarme a dar publicidad a lo mío.
Entonces, os preguntaréis (en el caso de que haya alguien
leyendo esto que no sea la NSA, la CIA o Google): ¿para qué te esfuerzas
siquiera en mantener este blog? ¿No es un poco tonto escribir para… bueno, para
NADIE?
Para responder a estas preguntas, habría que plantearse por
qué alguien escribe, en primer lugar. Al menos en mi caso, escribo para expresar
parte de mi mundo interior como motivo principal, y en segundo lugar por si a
alguien le sirve o le gusta o se siente identificado con lo que digo. O sea,
llegar a otros no es mi objetivo principal, pero sí es un objetivo.
Me gusta escribir y dejar mis reflexiones por aquí, siempre
que considere que merecen la pena o no me dé demasiada pereza ni pudor pasarlas
de mi mente a palabras escritas. El problema está en llegar a ese «alguien» en
la jungla de Internet. Y más cuando el formato blog ya hace años que perdió su
atractivo en favor de las redes sociales y de su cacofonía de contenidos de
fácil consumo que requieren nula reflexión.
Aun así, y aunque suene muy típico, me gustaría pensar que
este blog es como un mensaje en una botella de entre cientos de millones de
botellas que hay flotando en el océano. Durante mucho tiempo la botella está
flotando, ignorada por todo y por todos, hasta que un buen día (por vete tú a
saber qué motivos o azares de la vida) alguien la destapa y se asoma a su
contenido.
Este mensaje será una prueba de cuántos van a destapar la
botella. Por favor, deja un comentario si eres ese «alguien». Y gracias por
leerme.