lunes, 14 de septiembre de 2020

Lo que le diría a un ateo (si sirviera de algo), parte III

 

Voy a seguir con mis respuestas a los argumentos que esgrimen los que no creen en esta tercera (y última) parte. Como dije en la primera entrada, no espero convencer a nadie sino dar mis respuestas. Quién sabe si ayudará a que la chispa divina que habita incluso en los que no creen en ella se abra camino en la mente y arroje aunque sea una débil luz.

Aquí podéis leer la primera entrada, y aquí la segunda.

13. Incluso en el caso de que existiera Dios, el hombre no lo necesita.

¡Desde luego, es una afirmación atrevida! Este argumento me ha hecho recordar el caso de un hombre que se quedó casi tetrapléjico de un accidente de tráfico pero con rehabilitación consiguió recuperar casi toda la movilidad de los brazos. En una entrevista que le hicieron por televisión dijo que él no había necesitado de ningún Dios para recuperarse, que lo había hecho por sí solo. Incluso llegó a decir que Dios era una especie de "muleta" innecesaria a la que se aferraba la gente cuando tenía problemas. Con el paso del tiempo, me pregunto si no estaría enfadado con Dios por haber "permitido" que le pasara el accidente. Pero eso solo lo sabe él.

En cualquier caso, prefiero ver mi relación con Dios como una relación de amor, no como una relación de necesidad y dependencia. La necesidad parece que obliga y constriñe nuestro libre albedrío, pero el amor es libre y generoso. Dios nos ayuda más de lo que podemos imaginar si alineamos nuestra voluntad con la suya.

14. Si Dios existe, no es un Dios de amor (por el Dios de la Biblia)

Aparte de la credibilidad que cada uno le quiera dar a la Biblia, es cierto que en ella se ven reflejados dos tipos de Dios: el Dios vengativo y demasiado humano del Antiguo Testamento, y el Dios Padre que revela Jesús de Nazaret en el Nuevo Testamento. Los textos sagrados tienen el valor que tienen, pero no son necesarios para tener una experiencia religiosa entendida como una relación personal con Dios. El Dios de la Biblia es el relato de muchos seres humanos de hace siglos; el Dios de verdad es muchísimo más, pero sobre todo y principalmente es nuestro Padre y un Dios de amor. Nuestro desafío como seres humanos es trascender al Dios de las religiones institucionalizadas y tener una relación de primera mano con Él. Sin intermediarios.

El Dios de la Biblia es la creación de una religión evolutiva, que en sus primeras etapas proyectaba en Dios todos los defectos y anhelos humanos. Pero esa no es una imagen real que apenas se ajusta a la verdadera naturaleza de Dios.

15. La religión es el opio del pueblo. La gente rica es culta y atea.

Puedo admitir que muchas religiones evolutivas se han aliado con el poder político y social y que ha servido para someter a las personas con el miedo a la condena eterna y a ser desterrados del grupo. Por desgracia, esta identificación de la religión con el poder político ha hecho que muchos se alejen de Dios, porque no consideran la posibilidad de que no es necesario formar parte de una Iglesia para creer en Dios y entablar una relación personal con él.

En cuanto a que la gente rica es culta y atea, debo decir que la religión no es una cuestión de dinero, de nivel cultural o de clase social. Cualquier persona, rica o pobre, culta o inculta, puede tener una experiencia religiosa que sea válida y enriquecedora para ella. A veces el barniz que da la cultura nos lleva a desdeñar la espiritualidad y mirar por encima del hombro a los que no tienen estudios. Creo que esa tendencia es muy peligrosa porque nos divide y nos aleja de nuestros hermanos.

16. La religión es una pérdida de tiempo.

No deja de resultarme curioso que, en plena era de las redes sociales, que están diseñadas para pasarnos horas y horas en ellas perdiendo el tiempo, acusen a la religión justo de lo mismo muchos que pierden el tiempo en navegar por Internet.

Como ya he dicho anteriormente, la religión tal como yo la entiendo (experiencia personal con Dios) está lejos de ser una pérdida de tiempo. No solo no perdemos sino que ganamos: ganamos un propósito en la vida, adquirimos paz interior, obtenemos motivos para vivir con sentido. No estamos hablando de conversar con un amigo imaginario sino con Alguien muy especial. Además, esa conversación no es simplemente hablar por hablar: en ese diálogo (porque, aunque muchos no lo crean, la comunicación es bidireccional) crecemos, progresamos, evolucionamos.

¿Por qué no probar a entablar esa relación? ¿Qué puedes perder? ¡Olvídate de las religiones «de toda la vida» y sus normas y doctrinas rígidas! Háblale a Dios cada día, ten una cita divina todos los días donde quieras y cuando quieras. ¡Los resultados están garantizados!

17. La razón, la lógica y el método científico son los valores más elevados.

Es cierto que la razón, la lógica y el método científico son herramientas muy valiosas, pero se quedan cortas ante aspectos no materiales de la realidad. Por supuesto, eso no implica que la fe no deba ir acompañada de la razón y la lógica. De hecho es deseable que así sea, para que no se torne fanática ni ciega.

El método científico es el mejor para hacer que la ciencia avance y progrese en el conocimiento del mundo físico, pero no sirve para conocer el reino espiritual. ¿Cómo aislar a Dios en un tubo de ensayo? ¿Cuál es la fórmula matemática del amor? ¿Cómo se pueden cuantificar la fe o las intuiciones?

Por otro lado, ¿podríamos llamar valores a la razón, la lógica y el método científico? ¿No son los valores algo que es valioso por sí mismo, antes que herramientas o medios para conseguir un fin?

18. Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias.

Esta afirmación (que es perfectamente válida si hablamos de ciencia) no deja de ser engañosa en su formulación cuando se aplica al ámbito espiritual. En primer lugar, ¿se puede considerar la existencia de Dios como una afirmación extraordinaria? Para millones de creyentes en el mundo, Dios es una presencia constante en sus vidas, luego para ellos no tiene nada de extraordinario: forma parte de su vida cotidiana.

En segundo lugar, ¿qué tipo de pruebas admitirían las personas que hacen esta afirmación? No hay otra prueba que el poder transformador de la verdadera religión en las personas, y eso no se puede medir ni cuantificar según el método científico. No puede haber pruebas objetivas, pues es absurdo cuestionar la experiencia religiosa de otras personas; no podemos entrar en sus mentes y percibir lo que están experimentando y las ideas elevadas que están recibiendo, a no ser que ellas utilicen el lenguaje para expresarlas. Entonces, ¿cómo podemos dudar de la autenticidad de dicha experiencia?

19. No hay Dios pues si lo hubiera no permitiría que murieran niños/hubiera desgracias.

Esta es la eterna cuestión que ha atormentado a millones de seres humanos a lo largo de la historia de la humanidad. ¡Si hasta hay una rama de la filosofía que la estudia, la teodicea! Aquí siempre digo que si Dios evitara las desgracias o cualquiera de las circunstancias adversas que nos sobrevengan en este mundo, dejaríamos automáticamente de ser libres y pasaríamos a ser marionetas, meros entretenimientos de un Dios caprichoso que hace y deshace a su antojo según sus deseos de ese momento. Pero si partimos de la base de que como seres humanos hemos sido creados con libre albedrío y vivimos en un mundo donde se producen accidentes naturales (de los que la ciencia cada vez comprende más), estamos expuestos a las desgracias o al menos a la posibilidad de que se produzcan.

La naturaleza sigue unas leyes y no es necesariamente justa. La presa podría considerar que no es justo acabar muriendo a manos de un depredador, pero ambos forman parte de un equilibrio delicado cuya alteración tendría consecuencias catastróficas (de hecho, llevamos pagando las consecuencias de este hecho, pero eso es otro tema). Los terremotos, huracanes, erupciones volcánicas pueden acabar con vidas humanas (y de hecho se han llevado por delante a millones de personas a lo largo de la historia). ¿Debería Dios haber intervenido en este proceso para salvar vidas inocentes? Si el propósito de nuestra existencia en este planeta es experimentar en este planeta una vida sujeta a los accidentes del tiempo para irnos perfeccionando, ¿no estaría nuestro Creador haciendo trampas en su juego si nos ahorra la posibilidad de enfrentarnos a las vicisitudes de la vida?

Además, no puedo dejar de sugerir otra cuestión que considerar: ¿y si dejamos de ver la muerte como algo absoluto, como el punto final a nuestra existencia, y pensamos en que seguimos viviendo más allá de la muerte? ¿No tendría la vida un nuevo sentido si consideráramos esa posibilidad? Total, ¿qué podemos perder si creemos en ello?

20. Dios es un engaño porque lo ha dicho Dawkins.

¿Por qué confiamos en lo que nos diga alguien, como si tuviera la autoridad absoluta para decidir por nosotros lo que es cierto y lo que no? Por supuesto podemos confiar en la opinión de expertos en un tema (sobre todo si competen a la ciencia, porque se supone que deben presentar datos y pruebas que respalden sus afirmaciones), pero en cuestión de religión (insisto, la verdadera religión, no las religiones de autoridad) no hay expertos.

En el mundo hay más de siete mil millones de religiones: tantas como seres humanos. Luego, ¿quién puede llamarse experto? ¿Quién puede erigirse en la autoridad competente para demostrar que Dios no existe? En este mundo no hay personas infalibles que no se equivoquen nunca. ¿Por qué, entonces, debemos renunciar a nuestra propia capacidad de discernimiento y dar por verdaderas las afirmaciones de otro respecto a un asunto tan trascendental y personal como este? ¿Acaso esa afirmación (la de la existencia de Dios) no es también una afirmación extraordinaria que requeriría pruebas extraordinarias?

Este argumento me ha hecho recordar algo que leí pocos días después de la muerte de Stephen Hawking, en el que alguien le daba las gracias a este científico por haber demostrado la no existencia de Dios. Frente a argumentaciones de este tipo yo digo que no deberíamos respaldar nuestra postura respecto a la existencia de Dios en afirmaciones de otras personas (ni siquiera de las que dicen ser creyentes). Deberíamos confiar siempre en nuestro entendimiento, nuestra intuición y (sobre todo) en nuestra guía interior. Es preciso tener la mente y el corazón abiertos para que la Verdad penetre en ambos.

21. Hay sacerdotes que abusan de niños, luego la religión es mala.

Por supuesto, no voy a negar la existencia de personas dentro de las organizaciones religiosas que no viven de acuerdo con los ideales de esas instituciones, pero no debemos juzgar al todo por una parte. En todas las religiones evolutivas hay muchas verdades y muchas directrices para obrar rectamente: que haya personas que violen esas directrices y actúen contra esas verdades no las invalida. No es justo (ni siquiera lógico) que neguemos a Dios solo porque haya manzanas podridas en el cesto de una religión institucionalizada.

La religión bien entendida no solo es buena, sino verdadera y bella. Los que actúan de forma deleznable en nombre de la religión (o mucho peor, en nombre de Dios) lo que hacen es ensuciar y pervertir esa religión, pero jamás podrán contaminar la experiencia religiosa personal de las personas.

Para terminar...

La existencia de Dios no es demostrable ni puede serlo nunca, pues para creer en ella necesitamos fe. Somos perfectamente capaces de abordar esta cuestión nosotros mismos sin ayuda de nadie. Tan solo se trata de abrir la mente y el corazón a esa posibilidad, y dejar que nuestra guía interior nos ayude a correr los velos.

¿Por qué no partir de la idea de un Dios personal con el que podemos tener una relación, un Dios de amor que nos quiere tanto como para darnos libertad para no creer en Él? ¿Puede haber una mayor prueba de amor que esa? No hacen falta expertos ni intermediarios; nadie os dice que tengáis que ir a una iglesia a rezar o haceros de tal o cual religión: no es necesario. Dios está muy por encima de todas las Iglesias que se han creado en su nombre, pues siempre será infinitamente más que la imagen que tenemos de Él.

Y sobre todo, nos quiere con un amor inconmensurable e incondicional. Incluso si no creemos en Él.