miércoles, 22 de julio de 2020

Los tiempos interesantes y la libertad individual

No quería volver a hablar sobre esto para no caer en el monotema, pero veo una tendencia muy peligrosa en redes sociales sobre la que tengo que hablar. Ya dejaré otros temas para más adelante.

Me refiero a ese reclamar la libertad a no llevar mascarilla, cuyo uso está empezando a ser obligatorio en muchos lugares (donde vivo, por ejemplo). Pero ¿realmente tenemos derecho a no llevar la mascarilla, cuando está demostrado que ayuda a mitigar los contagios del coronavirus?

Ríos de tinta han corrido respecto a dónde termina nuestra libertad y donde empieza la de los demás. Creo que mucha gente no es consciente de que para que haya alguien completamente libre debe haber alguien totalmente esclavo. Ejercer nuestra libertad no significa hacer lo que nos da la real gana. Todas nuestras libertades se interrelacionan manteniendo un equilibrio: mi libre albedrío me permite hacer muchas cosas, pero si algunas de estas cosas atentan contra la libertad de otro, debo respetar su libertad.

No puede haber libertad de uso de mascarillas si eso implica que se puede infectar a otra persona. Mi libertad de no usar la mascarilla termina en el derecho del otro a estar sano. ¿Que son incómodas? Sí, no lo niego. Sobre todo en esta parte del mundo donde es verano y se te pegan a la cara con el sudor al poco rato de salir de casa. ¿Que no se respira igual? También es cierto. Pero me parece un pequeño precio a pagar si es que realmente nos puede ayudar a que se acabe la pandemia.

Del mismo modo, no puede haber libertad de movimientos si existe un serio riesgo de propagar la infección de un virus que EXISTE y que no es ninguna broma ni ninguna "gripecilla". Da igual si ha sido un virus creado en laboratorio (que parece ser que no) o que lo haya creado la Madre Naturaleza.

Me preocupa seriamente que se defienda la libertad individual como excusa para no cumplir con las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias. ¿Qué hubiera pasado si en los bombardeos que sufrió Londres en la II Guerra Mundial, y donde la gente tenía que tener las luces de su casa apagadas, algún gracioso hubiera apelado a su libertad de encender la luz de su casa? La bomba no lo habría matado a él solo. Pues aquí estamos en la misma situación.

Solo acabaremos con este "bicho" si cooperamos. Aquí no hay libertad individual que valga, sino responsabilidad para con la comunidad en la que vivimos. Cada vez que se produce un contagio nuevo se aleja un poco más la posibilidad de acabar con el SARS-COV-2.

Es muy cierto que el universo, la Naturaleza o como lo queráis llamar nos está dando una buena lección: la lección de cooperar. Y si no lo aprendemos por las buenas el universo, la Naturaleza o como lo queráis llamar nos lo hará aprender por las malas.




miércoles, 8 de julio de 2020

¿Por qué no vemos el elefante rosa en la habitación?

Desde hace ya años que veo y leo señales por todas partes del colapso de la civilización, pero veo que en general la gente no suele prestar mucha atención a estas voces de alarma. Es como la imagen del elefante rosa que está en una habitación llena de gente: parece imposible no verlo, pero todo el mundo se comporta como si no existiera. Y sin embargo ahí está, esperando que le prestemos atención. O como la orquesta del Titanic, que siguió tocando como si no pasara nada hasta que el transatlántico se hundió.

Por otra parte, vivimos en unos tiempos donde estamos sobrecargados de información, muchas veces contradictoria y difícil de contrastar (aunque no imposible). Unos nos dicen que estas crisis que nos visitan son cíclicas y pasajeras, y que una vez se pasen todo irá bien. Otros nos dicen que esta crisis es un aviso de un colapso mucho más serio y que la civilización occidental está al borde de la caída. Y en medio estamos los que queremos saber qué está pasando realmente.

Muchos de los que advierten sobre el colapso de nuestra civilización recuerdan una cita de Lucio Anneo Seneca y aluden al efecto del mismo nombre del sabio hispanorromano:

“Sería algún consuelo para la debilidad nuestra y de nuestras obras si todas las cosas perecieran con la misma lentitud que llegaron a existir;  pero tal como son las cosas los incrementos son de lento crecer, la ruina es rápida”, Epistola XCI a Lucilio (negrita añadida)

Imagen gráfica de cómo se produce el efecto Séneca en el desarrollo de una civilización.

No soy de las que acepto los argumentos catastrofistas porque sí. Siempre recuerdo que tengo un libro de un astrólogo argentino que decía que en 1983 iba a haber una gran catástrofe, y... bueno, aquí estamos. El problema está cuando son científicos y especialistas diversos los que coinciden en señalar no ya que estamos a punto de alcanzar el punto sin retorno, sino que ese punto ya lo hemos pasado y lo que toca ahora es hacer lo posible por mitigar el golpe. Nos dicen que vamos cuesta abajo montados en un vehículo sin frenos y lo único que podemos hacer es fabricar unos airbags que nos salven la vida cuando llegue el momento del impacto.

Es muy curioso para mí ver que se habla de viajar a Marte, de la implementación de la tecnología 5G, de la utilización generalizada de vehículos eléctricos para transportar personas y mercancías, y siempre me hago la misma pregunta: ¿con qué energía? ¿Con qué materiales? Ahora mismo la fuente de energía que se emplea en su mayor parte es la que procede de los hidrocarburos, y algunos de ellos han alcanzado su pico de producción hace años y otros están a punto de alcanzarlo. Lo mismo puede decirse de muchos minerales de los que se extraen metales y otros materiales necesarios para fabricar componentes de todo tipo que consideramos imprescindibles para nuestra vida cotidiana. Si tenéis tiempo y ganas, investigad sobre los materiales de los que están hechos los componentes de los teléfonos móviles, esos que al cabo de cinco años quedan obsoletos y de los que preferimos no saber a dónde van a parar una vez los desechamos.

Como dice el refrán, "el diablo está en los detalles", y demasiadas veces nos quedamos en la idea general sin entrar en los recovecos, porque esos detalles son los que tienen respuestas incómodas o directamente no la tienen.

Muchas personas creen que la Ciencia se va a sacar de la manga una solución maravillosa que resuelve nuestra escasez de energía o de materiales. Por desgracia (y permitidme que haga una referencia a mi novela La voz de los pioneros), todavía no ha salido a la luz pública ningún Kin Lates que haya descubierto la energía última. Y si se descubriera o estuviera aquí entre nosotros, pensemos que un descubrimiento así podría hacer que destruyéramos aún más el planeta. Este efecto lo descubrió el economista William S. Jevons en el siglo XIX y es conocido como la paradoja de Jevons.

Mientras tanto todos seguimos intentando hacer nuestra vida normal (ahora un poco más complicada debido a la COVID-19) sin pensar en los problemas serios de fondo que no van a desaparecer por mucho que los ignoremos, como el elefante rosa en la habitación.

Hay una frase que un querido amigo mío estadounidense ya fallecido decía a menudo cuando insistía en conocer lo que pasaba: "If you don't get the facts, the facts will get you" (traducido libremente: si no pillas los hechos, los hechos te pillarán). Por eso creo que el primer paso es ver el elefante rosa y plantearse qué hacer con él. Una persona sola no puede cambiar el mundo, pero si se tomara conciencia a nivel planetario es muy probable que hubiera un cambio positivo.







lunes, 6 de julio de 2020

¿Qué se puede comprar cuando lo tienes todo?

Hace pocos dias vi la miniserie documental Asquerosamente rico (Filthy Rich), sobre el caso de Jeffrey Epstein. Aparte de lo terrible del caso en sí, me puse a reflexionar sobre el hecho de que, cuando se tiene mucho más dinero del que se podría gastar uno en vida, lo que se busca no es ya cubrir las necesidades o los caprichos materiales, sino dar rienda suelta a los deseos más abyectos. Si a eso le añadimos una gran inteligencia y una personalidad narcisista, es cuestión de tiempo que otras personas resulten terriblemente dañadas.

¿Qué se puede comprar cuando se tiene todo? Obviamente lo que queda es comprar a otras personas, tener poder sobre ellos. Y lo fácil en este caso es comprar voluntades de menores de edad, que se encuentran en una situación vulnerable pues no tienen su personalidad formada. En muchas ocasiones proceden de familias desestructuradas o donde los padres tienen trabajos que les ocupan demasiado tiempo. Además, en la adolescencia es típico intentar reafirmarse alejándose de las figuras paternales y acercarse a otros adolescentes para crear un sentimiento de pertenencia a un grupo. Si resulta que esos otros te llevan por donde no debes... el daño puede ser irreparable.

Cuando se tiene mucho dinero se tiene poder para comprar voluntades. Es más fácil librarse del peso de la justicia, si es que alguna vez ese peso cae sobre ti, y más si te deben favores, ya sea porque conoces los trapos sucios de los otros o porque has hecho una generosa donación de dinero que los beneficia, ya sea directa o indirectamente.

Es cierto que estos asuntos sacan a la luz lo peor del ser humano, pero también muestran su grandeza. En este caso me quedo con todas las chicas que dieron la cara, aun sabiendo que iban a tener que revivir todo lo que les pasó, a pesar del acoso que sufrieron por parte de investigadores privados contratados por el magnate, del mal rato que iban a pasar en el juicio, y de muchas otras cosas. Ellas no querían dinero; ningún dinero iba a reparar el daño que habían sufrido. No puedo siquiera imaginar el infierno que debieron vivir, y que todavía hoy las acompaña. Lo único que querían era justicia y que Epstein se sentara en el banquillo de los acusados y fuera condenado por todo el mal que hizo. Fueron muy valientes. Hubo muchas más que prefirieron callar.

También me quedo con los policías y los abogados defensores, que lucharon contra viento y marea para que se hiciera justicia. Gente honrada que también se vieron presionados desde arriba para no seguir investigando. Es admirable que siguieran adelante, incluso cuando sabían que estaban vigilando a miembros de su familia. Otro personaje que realmente reconcilia con la humanidad es el juez de Nueva York que, a pesar de que Epstein acabara "suicidándose" (un suicidio muy, muy extraño), quiso dar voz a las supervivientes y les dio la oportunidad de testificar en el juicio. Al menos eso les sirvió para sentirse escuchadas, cerrar ese capítulo e intentar rehacer su vida.

De todas formas, me queda la terrible certeza de que Epstein no era un caso aislado: tenía muchos amigos poderosos con los que "compartía" a las chicas y que no se han visto afectados. Me temo que habrá muchas más personas de las que tienen "el dinero como castigo", que diría un buen amigo, que también compran voluntades de personas de poca edad aprovechándose de su falta de recursos interiores y de su necesidad. Ese es para mí el peor crimen que alguien puede cometer: destrozar para siempre la vida de otra persona. La muerte no es lo peor que se le puede causar a alguien. No hay nada más destructivo que destrozar la inocencia de un niño y quebrar para siempre su confianza en los demás. Como dijo el Maestro más grande que pisó este mundo: "si alguien hace tropezar a uno de estos pequeños, sería mejor para él que le ataran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar".

Como siempre digo, "que el cielo le juzgue". A él y a tantos otros que siguen vivos destruyendo voluntades solo por satisfacer sus ansias de poder.