Como hice el año pasado por estas fechas, me gustaría reflexionar sobre todo lo que me ha traído este año. Un año que, dicho sea de paso, me resulta difícil distinguir del año anterior.
El año empezó con la publicación de mi última novela (por el momento), Las tres visitas. Por lo demás, tenía más o menos las mismas perspectivas que cuando terminó 2020. En mi caso, teletrabajando todos los días, para evitar la ¿tercera? ola (ya he perdido la cuenta, ahora dicen que vamos por la sexta). En marzo, mi empresa sufrió un serio ciberataque de tipo ransomware que hizo que estuviéramos dos semanas sin poder trabajar, tan solo teníamos acceso al correo electrónico. Ahí aprendí que muchas veces damos por sentadas cosas que llevan mucho trabajo detrás.
En abril fue la Conferencia de la Asociación Urantia Internacional, que a pesar de ser virtual consiguió conectarme de una manera especial con todos los que compartimos el entusiasmo y la ilusión por las enseñanzas de El libro de Urantia. Esa fue la primera vez que di una presentación en una conferencia internacional y me siento muy agradecida por haber tenido esa gran oportunidad. Además, hice la presentación conjuntamente con Sebastián Nozzi, con el que tuve una gran sintonía desde el principio y eso se notó en el resultado final.
Este año he participado en otros dos eventos Urantia de carácter internacional: el Urantiatón Artístico del mes de agosto, donde hablé sobre mis cinco novelas y la difusión de las enseñanzas del libro a través de la literatura, y el Urantiatón Iberoamericano, en el que di una presentación sobre los retos de los líderes de la quinta revelación.
Poco después del Urantiatón Artístico, y gracias a la inestimable ayuda de Rick Warren, publiqué The Three Visitors, la traducción al inglés de Las tres visitas, de la que he recibido comentarios muy positivos. A raíz de esta publicación espero que se vaya traduciendo a otros idiomas. Sé que la versión en alemán está de camino, gracias a mi amigo Alex H.
También en agosto me contactaron de una editorial italiana para pedirme el manuscrito de La voz de los pioneros, con la intención de evaluar su traducción y publicación en idioma italiano. Ya pensaba que aquello no iba a seguir adelante cuando en noviembre me contactaron para hacerme una propuesta de publicación. Propuesta que he aceptado y que ya ha echado a andar. ¡Vamos a ver en qué resulta! No deja de resultarme curioso que esta novela, junto con El largo viaje a Edén, ha sido a la que menos publicidad le he dado, y sin embargo es la que va a tener la oportunidad de acceder a un público más general (al menos esa es la intención).
Como en años anteriores, he llevado a cabo traducciones de trabajos secundarios de otros autores, como el de mi querido amigo Rick Warren, de quien he traducido al español cuatro de sus novelas: La misión de Melquisedec, Los primeros humanos: Andón y Fonta, Los intermedios y El Príncipe Planetario. Esta última no está todavía terminada, pero lo estará en breve.
Podríamos decir que este será el año en que oficialmente se cierre el proyecto en el que he estado diez años: la revisión de la traducción al español de El libro de Urantia. Digo que oficial pues justamente hace unos minutos acaba de publicarse en la web de la Fundación Urantia. Este es un momento muy especial para mí, pues es la línea de meta de una maratón muy larga. El trabajo ya está hecho. Ahora queda hacer que fructifique.
Este año se cerró mi etapa como miembro del equipo de Ágora 2.0, tras la finalización del ciclo de conferencias sobre la verdad, belleza y bondad en septiembre. Ha sido una experiencia muy enriquecedora para mí y la recordaré siempre con cariño, pero también sentía que era el momento de dar un paso atrás y dedicarme a otros proyectos. La senda está marcada, y sé que si es la voluntad del Jefe que el proyecto siga adelante, seguirá.
En lo personal, a finales de agosto pasé por la experiencia de la muerte de mi padre. Es en situaciones como esta en la que agradezco tener fe, pues me ha reconfortado mucho tener la seguridad de que volveremos a encontrarnos al otro lado. El mismo día del funeral supe que quería escribir un libro con su vida y los recuerdos que tengo de él, así que ese ha sido otro de mis proyectos de este año que espero vea la luz el año que viene. Será el primer libro que escriba que no esté orientado a difundir las enseñanzas de El libro de Urantia, pero siento que debo hacerlo porque toda vida, por muy ordinaria y normal que parezca, merece ser contada. Todavía no sé si lo publicaré o lo guardaré para mi familia y para mí. Es algo que tendré que decidir más adelante.
En definitiva: este ha sido un año agridulce en el que ha pasado por momentos duros, pero también momentos de gran satisfacción (a veces a los primeros le han seguido los segundos).
Todos esperamos que 2022 sea realmente un año más normal, en el que podamos hacer todas aquellas cosas que hacíamos antes de que la pandemia volviera el mundo del revés. No sé si la normalidad va a regresar, no al menos como la entendíamos hace dos años. Lo que sí que pido es que sea un año cargado de experiencias de aprendizaje en el que pueda cumplir algunos de mis sueños.
Y si no puedo cumplirlos... al menos que esté un poco más cerca de conseguirlos.