lunes, 30 de marzo de 2020

La economía del bien común, de Christian Felber


La economía del bien común es un libro muy interesante y recomendable porque apunta a un tipo de sistema más centrado en la cooperación y menos en la competencia, que tiene más en cuenta el bienestar de la sociedad y no la búsqueda del beneficio como un fin en sí mismo. El autor defiende un nuevo sistema económico que, sin dejar de ser capitalista (los medios de producción son privados) y sin suprimir los beneficios de la competencia, permite una mayor igualdad social y un mayor bienestar, por poca voluntad que exista de implantarlo.

El autor parte de la base de que el capitalismo actual está haciendo aguas, que la búsqueda de un mayor beneficio económico está causando daños irreparables al planeta. Constantemente estamos siendo testigos de crisis cíclicas del sistema económico-financiero que cada vez son más virulentas: la economía real hace décadas que ha perdido peso a favor de la llamada «economía de casino», de un sistema financiero puramente especulativo que hace que el capital se concentre cada vez más en menos manos y que con ello las desigualdades aumenten.

Frente a este agotamiento del sistema capitalista, el autor propone incluir el criterio del bien común en el funcionamiento de las empresas: el bien común quedaría definido según unos indicadores o criterios que se aplicarían a cualquier empresa u organización, como por ejemplo la paridad de salarios entre hombres y mujeres, las facilidades que otorga la empresa para conciliar la vida familiar con la laboral, si la empresa aplica criterios de sostenibilidad en la fabricación de bienes, etc. Las empresas con niveles más altos de bien común se verían beneficiadas en cuestiones fiscales, imagen corporativa y otros aspectos, de modo que las empresas con índices más bajos deberían esforzarse en subir en bien común para seguir en el mercado.

En este libro se habla además del modelo ideal de las empresas, en el que los trabajadores estarían implicados en su gestión y habría límites al salario de los ejecutivos, pues no hay justificación para los sueldos que se están viendo actualmente entre las multinacionales y grandes empresas en general. Sueldos que muchas veces no tienen nada que ver con la valía profesional y sí con favoritismos, devolución de favores, tráfico de influencias y otros factores.

El autor no solo habla de economía, sino que también aplica el bien común a la política: aboga por un modelo de democracia más participativo que el actual. Actualmente los ciudadanos simplemente votan cada equis años y no presionan al gobierno para que cumpla sus promesas o simplemente para recordarles a quiénes han de servir.

También se alude en el libro a una cuestión que me parece de capital importancia: si en nuestra vida familiar y personal actuamos según unos principios éticos, ¿por qué en las empresas y los bancos esos principios brillan por su ausencia? Tenemos aquí una especie de esquizofrenia: actúo de una forma en el ámbito privado y de otra forma totalmente opuesta en el ámbito público. Ese desdoblamiento es malsano y nos impide vivir en paz y armonía. Si se traslada a las empresas la misma ética que rige en la vida familiar y cotidiana, es fácil deducir que se resolverían muchos de los problemas actuales.

Si hay algo que me gusta de esta propuesta es que no es algo que se quede en la mera teoría o en el mero ideal: el bien común, si bien todavía a escala modesta, ya está empezando a implantarse en pequeñas empresas y ayuntamientos, y se ha demostrado que funciona.

Necesitaríamos muchos planetas como la Tierra para seguir con el ritmo depredador de las últimas décadas, así que la humanidad tiene que cambiar de rumbo porque de lo contrario iremos al colapso de la civilización. ¿Y qué mejor que frenar la máquina consumidora, optimizar recursos naturales y centrar nuestros esfuerzos en lo que verdaderamente importa? Para vivir una vida de calidad en la que podamos progresar en todos los niveles (físico, intelectual y espiritual) no es necesario consumir compulsivamente bienes materiales ni acumular dinero en el banco.

El planeta tiene los recursos suficientes para que todos podamos vivir esa vida de calidad, pero no si seguimos con un sistema injusto y manirroto.



No hay comentarios:

Publicar un comentario