viernes, 27 de marzo de 2020

La democracia


(Esto lo escribí en 2002. Ahora quizá matizaría algunas de las cosas que dije, pero creo que merece la pena mantener el texto tal como lo redacté entonces)

La democracia es un sistema político que asiste hoy en día a su triunfo y a su fracaso. Hoy en día nadie la discute, muy pocos dudan que sea el mejor de los métodos (o, al menos, el menos malo) para elegir a aquellos que nos gobiernan. Pero, por otro lado, en las sociedades occidentales, la apatía política de los votantes va en aumento, desengañados de la clase política de sus respectivos países, más interesados en perpetuarse en el poder, y de servir a los intereses de unos pocos, que en atender a las peticiones del ciudadano de a pie.
¿Realmente la democracia debe limitarse únicamente a votar cada cuatro años a aquellos que nos gobiernan? ¿Es el sistema democrático que funciona en los países autodenominados como tales (con todas sus variantes) un sistema de elección justo?
Respecto al fenómeno de la abstención, que los políticos consideran como signo de apatía de aquellos que no van a votar, considero que el sistema de voto debería recoger algo más que el apoyo a unos candidatos. Igual que existe el voto en blanco, debería existir el voto “en negro”, que significara aproximadamente “he ejercido mi derecho al voto, pero considero inaceptables todas las alternativas que se me ofrecen”, que fuera una especie de toque de atención a los políticos, en lugar del voto en blanco, que se añaden a la opción más votada sin más. Los votos negros serían un “indicador del descontento” de los votantes hacia sus políticos, y al menos quedaría clara la discrepancia frente a ellos, en contraste con la abstención, los votos en blanco y los votos nulos.
Seguro que, cuando los “votos negros” fueran un porcentaje considerable, los políticos se “pondrían las pilas” y empezarían a replantearse sus acciones.
Por otro lado, quería comentar otro de los problemas de la democracia, tal y como se está aplicando actualmente, y que ya Platón y Aristóteles criticaron en su día. Quisiera que no se me malinterpretara, así que intentaré explicarme lo mejor que pueda. En una sociedad más o menos homogénea, en la que todos los ciudadanos tuvieran un nivel cultural alto, con acceso a toda la información necesaria para poder tomar una decisión equilibrada y racional, de modo que los ciudadanos siempre tuvieran claro lo que desean y lo que no frente a cada cuestión planteada, es normal y lógico que se aplique el lema “un hombre (o mujer, por supuesto), un voto”.
Mas, ¿qué es lo que sucede en las sociedades actuales? Que precisamente hay una gran heterogeneidad entre sus miembros, grandes desigualdades en la formación, y la información que nos llega está muy manipulada y tergiversada, de modo que en general los ciudadanos no están en condiciones de saber qué es lo que quieren para el buen gobierno de su país. En estas condiciones, ¿no sería bueno que hubiera un “voto de calidad” entre los ciudadanos más y mejor formados? Cuando el pueblo se torna “populacho” malamente puede decidir racionalmente el gobierno que desea. Y sin embargo en la democracia el voto es uno, independientemente de la condición del votante.
Esta idea ya se había formulado antes (por ejemplo, por el filósofo liberal John Stuart Mill), solo que con un toque marcadamente elitista. Por mi parte, no estoy de acuerdo en fomentar elites, pero... ¿no se le debería dar más peso específico al voto de aquellos que estén más preparados, que sean en definitiva más sabios? Aunque queda, claro está, el problema de quién decide que el voto de alguien valga más que el voto de otro.
A propósito del sistema político, quería comentar otra característica que ha aparecido en los últimos años en las democracias occidentales, y es el desprestigio de los partidos políticos en beneficio de otro tipo de organizaciones y asociaciones más desligadas del juego político, pero en las que los ciudadanos tienen una participación más directa, como sería el caso de las organizaciones no gubernamentales, plataformas reivindicativas, y demás asociaciones. Una de las cuestiones que yo misma me planteo es: ¿deberían los partidos políticos “reformarse”, abrirse a los ciudadanos, que se empapen de más democracia interna, o estos deben considerarse ya caducos y ser sustituidos por otro tipo de organizaciones?
La participación política se encuentra hoy en día tan encorsetada, tan circunscrita a unas personas y unos ámbitos profesionales, que difícilmente puede responder con celeridad y eficiencia a muchos problemas que exigen una respuesta rápida y satisfactoria. Ya no valen componendas entre grupos políticos, repartos de poder, “hoy por ti mañana por mí”...en definitiva, lo que es el día a día del político. La degradación del medio ambiente, la precariedad en el trabajo, los índices de desempleo, la ayuda a los países más desfavorecidos, y tantos otros problemas, deberían ser afrontados con auténtica voluntad de resolverlos, no con la intención de que todo cambie para que todo siga igual.
Pero, para que los políticos reciban el toque de atención, deben de estar más presionados por la ciudadanía, así que nos corresponde a todos participar utilizando las armas de las que disponemos, aunque estas sean pocas y muy manipulables.


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