Ahora que las medidas del confinamiento se están relajando poco a poco en mi país, se está empezando a hablar del llamado "síndrome de la cabaña", que no es otra cosa que resistirse a volver a salir a la calle y a reemprender la vida de antes de que llegara el coronavirus y nos lo trastocara todo.
Debo admitir que yo misma, después de estar en estricto confinamiento durante dos meses, no tengo ningunas ganas ni prisas por retomar la vida de antes. Mi casa es para mí un refugio donde me siento a salvo, no es una prisión sino un lugar acogedor y amistoso donde todo está bien.
Hay voces que estos días critican justamente que se hable de este síndrome, como poniendo un nombre asociado a un trastorno o a una enfermedad a algo que es perfectamente normal. Después de haber probado en carne propia cómo es vivir con lo básico, después de pasar más tiempo de calidad con la familia y de ser conscientes de lo que nos importan las personas de nuestro entorno (familia, amigos, trabajo, vecinos, etc.), después de hacer el trabajo en casa a nuestro propio ritmo e incluso de manera más eficiente que en la oficina, entiendo perfectamente que nadie tenga ganas de volver a lo de antes, donde vivíamos sometidos a la tiranía del reloj y de las prisas por llegar a los sitios.
¡Qué cierto era que a veces, antes del coronavirus, deseábamos que el tiempo se parara para poder hacer las cosas que realmente nos gustan! Y qué cierto es también el dicho de "ten cuidado con lo que deseas, porque se puede hacer realidad". Pues en este caso se cumplió: el mundo paró, todos nos vimos obligados a parar, y la experiencia, aun siendo terrible en muchos aspectos, sacó aspectos positivos que ni a mí ni a muchas otras personas nos gustaría perder.
No es un síndrome, no es un trastorno, no es una enfermedad: es el deseo de cambiar una vida y un sistema disfuncional por una vida más auténtica y sin necesidades ficticias. Ahora que hemos probado que es posible, lo que debemos pensar entre todos es en cómo ponerlo en práctica en la que se ha dado en llamar "nueva normalidad".
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En mi anterior post, Confinamiento , expliqué cuál está siendo mi manera de sobrellevar el estado de alarma por el coronavirus . En este, ...
Mi queridísima Olga! Yo me aferro a ese "síndrome de la cabaña" como naufrago a un islote...siiiiiii, quiero, deseo un nuevo paradigma donde durante nuestra estancia es este mar de sufrimientos y calamidades...Acepto esta "escuela de la vida" como requisito imprescindible para nuestro crecimiento...pero me ilusiona la posibilidad de un término medio como solución a éstos extremos que estamos viviendo...¡Gracias hermanita!...gracias por ese buen hacer y compartir tan generoso con todos nosotros...¡ Que El Padre te bendiga y nos permita disfrutar de tu ministerio durante muchos años!
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