Parece
que ansiamos y a la vez tememos que el rumbo que lleva nuestra civilización nos
lleve al desastre. Es como si sintiéramos una satisfacción secreta al ver lo
feas que pueden ponerse las cosas ante una catástrofe natural de proporciones
mundiales, ante la perspectiva de que nuestra sociedad degenere en un Estado
autoritario y policial donde la libertad humana se vea reemplazada por la más
abyecta de las esclavitudes, ante el panorama de un medio ambiente tóxico que
haga casi imposible la supervivencia de la raza humana.
Incluso
hay historias aparentemente utópicas que acaban siendo distopias. Es como si no
nos creyéramos que las utopías son posibles, a
pesar de la etimología misma de esa palabra inventada por el filósofo Tomás Moro y que hace
referencia a un lugar que sencillamente no existe.
Creo
que esta fascinación viene porque en el fondo sabemos que nuestra civilización
lleva rumbo de colisión. Estamos en una huida hacia delante a bordo de un
automóvil sin frenos y en cuesta abajo. Si bien es cierto que puede que
disfrutemos de la velocidad y de la libertad que nos produce ir a todo gas,
también sabemos que el choque es inexorable y entonces lamentaremos mucho haber
llegado a eso... si es que para entonces tenemos la ocasión de lamentarlo.
Por
otro lado, no podemos disociar esa fascinación de la que produce el mal, la
maldad. Los personajes malos son los interesantes, los que seducen. La historia
de la humanidad y la literatura está llena de seres malvados hasta límites
insospechados, y seguro que conocemos muchos más nombres de personas y
personajes malvados que de héroes y filántropos. Al menos estoy segura de que
los nombres de los malos nos vienen enseguida a la mente, y para los buenos
necesitamos pensar unos segundos más.
Deberíamos
ver ese tipo de relatos catastróficos y lúgubres como un revulsivo, como un
toque de atención para rectificar el rumbo y hacer lo posible para que el mundo
que describen no llegue NUNCA a suceder.
¡No
podemos permitirnos el lujo de ser pesimistas! Porque el pesimismo es en sí
mismo contrario a la acción, y justamente lo que más necesitamos ahora es
actuar para cambiar el rumbo. Cada uno desde nuestro ámbito de acción, desde
nuestra humilde contribución.
De
hecho, algo que nos debería dar esperanza (si no queremos echar mano de la
palabra optimismo) es que la utopía está destinada a
contradecir su propia etimología y hacerse realidad. Quizá ahora no la veamos
factible (y creo sinceramente que ahora mismo no lo es), pero las cosas no van
a seguir empeorando para siempre. En algún momento, cuando la noche sea más
oscura, cuando no podamos caer más bajo, entonces aparecerán las primeras luces
de un día mejor y empezaremos a ascender, lentamente y no sin dificultades,
para salir del hoyo en el que nos encontremos.
El
Despertar del que hablo en mi novela La voz de los pioneros está
ahí, realmente sucederá. Si llegaremos a verlo en esta época... ¡quién sabe! La
Historia (con mayúsculas) parece haberse acelerado desde el siglo XX hasta
ahora, y creo que vamos a asistir a muchos cambios y transformaciones.
Pero
no me atrevo a pronosticar nada más. ¡El ser humano es imprevisible, y los
caminos de lo Alto mucho más!
Uffff Olga! No me seduce la distopía, y dudo que alguien en su normal estado de conciencia, no sienta un mínimo de preocupación observando e intuyendo lo que se ve venir.
ResponderEliminarDicho esto y entrando en el tema que nos traes, me considero una persona positiva que sí vive de utopías...lo triste es que dichas "ilusiones" se esfuman cuando nos estrellamos con la dura realidad de una sociedad enferma incapaz de tomar conciencia de la que se nos viene encima...y lo más triste desde nuestra perspectiva, es observar impotentes que el futuro de nuestra gran utopía, depende de las nuevas generaciones de botellón, porro, ostentación, apariencia etc...y sumido en mi tristeza, en mi interior surge una lucha entre la utopía regenerativa de esa juventud, y la cruda realidad que vivimos.
¡Un fuerte abrazo Olga!
¡Gracias, Miguel! Lo que nos depare el futuro hay que afrontarlo con decisión y buen ánimo. ¿Qué es esta vida comparada con la eternidad que nos espera?
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