La idea de escribir esta novela me vino cuando todavía no había
terminado de escribir Diálogos con Sofía. Por cierto, esto volvió a
sucederme con la siguiente novela, El largo viaje a Edén,
cuya idea inicial surgió cuando estaba escribiendo Nos vemos en tus sueños.
Hace muchos años, tantos que no puedo precisar cuántos, vi
en la primera cadena de Televisión Española un programa tipo magacín en el que
entrevistaron a un cámara de televisión que había tenido una experiencia
singular. Debido a un accidente de automóvil, estuvo en coma bastante tiempo.
Durante el periodo de tiempo que estuvo inconsciente en una cama de hospital
(no recuerdo ahora cuánto tiempo exactamente), el cámara relató que estuvo en
una especie de jardín que tenía una fuente de la que manaba agua
constantemente. Tan a gusto estuvo allí que, cuando despertó del coma y volvió
a la vida real, llegó incluso a pensar en provocar otro accidente para regresar
a aquel lugar. Decía por ejemplo que al conducir le venían deseos de dar un
volantazo y provocar un choque que le llevara a la inconsciencia de nuevo, a
aquel jardín paradisíaco donde tan feliz había sido.
Esta anécdota se me quedó grabada en la memoria y pensé que
podía ser un buen punto de partida para contar una historia en la que alguien
se viera cara a cara con su chispa divina y no tuviera más remedio que
escucharla.
Los sueños siempre me han parecido algo fascinante. Todo lo
que sucede en ellos tiene su propia lógica, que muchas veces está en las
antípodas de la lógica del mundo de la vigilia. Por eso ambientar la novela en
el mundo de los sueños me dio la libertad necesaria para hilvanar la historia.
Al principio, Ángel no acepta la situación en la que se encuentra, no acepta la
verdad, y entonces le asaltan sus peores pesadillas (que, dicho sea de paso,
eran las mías también). Una vez acepta su situación y comprende que tiene que
aprender algo de todo aquello, el mundo de los sueños deja de ser hostil para
ser un lugar agradable y amistoso.
En todas las novelas, los nombres tienen siempre algún
significado especial para mí. Por ejemplo, quería que los nombres de los
personajes femeninos (Aurora, Alba) evocaran la idea de un nuevo amanecer en la
vida de Ángel, cuyo nombre también evoca a los “ángeles” o “mensajeros”, que
sería su origen etimológico. Y hay en la novela muchos otros nombres con
significado, que os invito a descubrir.
Por cierto, en esta novela tiene un “cameo” Sofía, la
coprotagonista de Diálogos con Sofía, mi primera
novela. Su hijo, el amigo de Ángel, también se menciona en esta novela. Me
pareció interesante cruzar las dos historias. De este modo, los hechos que se
narran en Nos vemos en tus sueños pertenecen
a un tiempo narrativo anterior a Diálogos con Sofía.
En cuanto al final de la novela... no tuve claro cuál sería
hasta que visité Tarifa durante unas vacaciones de verano que pasé en Conil de
la Frontera (Cádiz). Cuando estuve en la playa que se menciona, al final de la
historia, sentí que tenía que terminar la historia allí, en el punto geográfico
situado más al sur de la península ibérica, donde el mar Mediterráneo y el
océano Atlántico se unen. La foto de la portada fue tomada justo en aquel
lugar. La “casualidad” quiso que en la foto se colara una pareja que estaba de
espaldas a nosotros, contemplando la puesta de sol, y que podrían representar
perfectamente a Ángel y Aurora en la tierra de los sueños. ¡No podía haber una
foto mejor como portada del libro!
Aunque una novela es como un hijo y no puedes decir cuál es
la preferida porque todas lo son, sí que es cierto que tengo un cariño especial
por esta historia y por el protagonista, pues creo que es la novela en la que
he puesto más cosas de mí.
¡Pero quién sabe! No he dado por finalizada mi carrera como
escritora.
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