El largo viaje a Edén fue mi tercera novela, y
la primera en la que quise hacer una historia más elaborada. Después de Diálogos
con Sofía y de Nos vemos en tus sueños, en las que el hilo
argumental era poco más que la excusa para plantear la transmisión de unas
ideas, aquí quise crear una historia inspirada en sucesos que, según El libro de Urantia, se habían producido en nuestro mundo, aunque con variantes
importantes.
Igual que me pasó con Nos vemos en tus sueños, que surgió cuando todavía no
había terminado de escribir Diálogos con Sofía,
estaba en pleno proceso de escribir la historia de Ángel y Aurora cuando se me
ocurrió otra posible idea para una novela. En un principio se me ocurrió contar
una historia sobre un mundo “cercano” al nuestro (aunque lo de “cercano”, como
os podéis imaginar, es muy relativo), un mundo que también hubiera sido
alcanzado por la rebelión de Lucifer y que estuviera también en cuarentena.
Entonces se me ocurrió el personaje de Boku, un descendiente del Adán y Eva del
planeta. Pensé que sería un buen personaje central para desarrollar la
historia. De hecho, muchas veces me lo imaginaba sentado en una roca, de
perfil, mirando hacia la lejanía pensativo y esperando a que le diera vida con
la escritura. ¡Un personaje en busca de autor!
En un principio pensé en “El
viaje de Boku” como título. Pero, cuando empecé a desarrollar la historia en mi
cabeza, surgió con fuerza un personaje femenino, Omahé, descendiente del equipo
del Príncipe del Mundo (los danitas), que empezó a tomar tanto protagonismo o
más que Boku, así que decidí que no era un título acertado, pues el viaje era
tanto de Boku como de Omahé. Así que el título quedó finalmente como “El largo
viaje a Edén”, que es la parte central del relato. En ese viaje, los
protagonistas conocen a otros pueblos y comprueban de primera mano lo convulso
de su civilización. Pero es también un viaje interior para ellos, en el que las
experiencias vividas les hacen crecer como seres humanos.
En la novela aparecen muchos
personajes, algunos con nombre, otros anónimos; unos tienen un peso mayor en la
historia, otros son apenas extras. Aunque siento cariño por muchos de ellos, me
gusta especialmente el personaje de Oré, pues me parece una mujer valiente y
pionera que hizo todo lo posible por ayudar a su pueblo.
Por cierto, algunos nombres de
los personajes y de las razas de aquel planeta tienen relación con un idioma
muy alejado del español. Supongo que más de uno se habrá dado cuenta, ¡pero es
raro que nadie me haya comentado nada al respecto!
Estoy muy contenta de haber
podido recrear un mundo y una civilización en esta novela. Para mí fue un
desafío, y ahora Saph formará parte de mí para siempre. De hecho, todavía puedo
recorrerla con la imaginación.
Algunas personas me han
preguntado si pienso crear una continuación de la historia. La verdad es que siempre
me la había imaginado así, tal como termina, ¡pero nunca se sabe! Quizá tendría
que saberse cómo Saph llegó a ser una tierra de paz.
AGRADECIMIENTO: La foto de arriba es la que dio
origen a la portada. Mi agradecimiento a mis amigos Juan Pablo Salas y Hilde
Sofie Widding Salas, que tomaron esa foto de un sol de medianoche en Noruega,
su país de residencia, y que me cedieron generosamente).
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