En la sociedad que nos describe el autor,
la humanidad se ha visto notablemente reducida en número, como resultado de
diversas guerras mundiales que han ido sucediendo a lo largo de los tiempos, de
modo que se llega a un solo gobierno, una lengua, una raza. Los humanos de
entonces son de apariencia frágil, no tienen pelo en el cuerpo, van desnudos
(aunque ligeramente cubiertos con velos transparentes), y son mucho más
“mentales” que “físicos”. En cuanto al planeta, en el pasado sufrió los efectos
de una “transparencia” del Sol, un fenómeno que apenas duró décimas de segundo,
pero que supuso grandes cambios en el medio ambiente, como por ejemplo la
desaparición de los pájaros, y que la vegetación fuera menos variada de lo que
lo es actualmente.
Los seres humanos de aquel tiempo han
llegado a transportarse de un lugar a otro utilizando simplemente la voluntad,
no sólo dentro del planeta sino incluso proyectándose a otros lugares del
sistema solar y del Universo. Se han erradicado las enfermedades, el hambre,
las guerras; los seres humanos no envejecen, y pueden llegar hasta los 200 años
de vida. Sin embargo, en lo que el autor cree un Paraíso, se esconden también
las sombras. Los humanos de entonces no aceptan la muerte tal y como nosotros
la entendemos, sino que van a su encuentro deliberadamente. La niegan incluso
de su idioma, pero el fin que eligen resulta mucho más terrible. Además, detrás
de los buenos modales y de la apariencia amable, el ser humano sigue con su
“marca de la bestia”, que finalmente acaba explotando en una catástrofe final.
Aunque al final se da el detalle esperanzador de que uno de los humanos de
entonces acepta la muerte sin “ayuda”, tal y como la entendían sus
contemporáneos.
El libro me ha parecido sin duda muy
interesante, de esos que te llevan a reflexionar sobre su verosimilitud. Había
eso si detalles del mundo futuro que me chocaron bastante, como por ejemplo la
supervivencia de la Iglesia Católica (aunque mucho más tolerante y conciliadora
de lo que lo es actualmente), y el hecho de que los humanos de entonces
hubieran comprobado que eran los únicos seres inteligentes del Universo, cosa
que desde luego no puedo aceptar de ninguna manera. Sin embargo, también el
autor habla de un “viaje” por Mercurio y Júpiter que me resulta tan real, que
no sé qué pensar. Realmente da la impresión de que estuvo allí, por lo que
cuenta de esos planetas.
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