Las torres del
olvido es una novela de ciencia-ficción del escritor australiano George
Turner. La novela se publicó en 1987 y describe cómo sería la sociedad del año
2050, nada utópica y si muy distópica. Hoy, 26 años después, se puede ver con
desasosiego que nos vamos encaminando hacia la sociedad de mitad del siglo XXI,
si no hay nada o nadie que lo remedie.
El autor nos describe un mundo en el que el calentamiento
global está empezando a dejar sentir sus efectos en todo el globo, no solo en
los polos. El agua del mar está avanzando, de modo que gran parte de las
ciudades costeras se ha visto inundada por el agua. Las inundaciones son cada
vez más dañinas y torrenciales, y eso perjudica las cosechas. La población
mundial ha llegado a los 10.000 millones de personas, y solo el 10% de ellas
tiene trabajo. Este hecho, justamente, es el que ha llevado a clasificar a la
población en dos categorías básicas: los supra, que son los que trabajan y tienen
por lo tanto un estatus de vida elevado; y los infra, que no trabajan y que
malviven en enormes rascacielos, subsidiados por un Estado que cada vez está
más sumido en la bancarrota. Dentro de los supra están los extra, aquellos que
por su inteligencia el Estado recluta para dedicarlos a aquello para lo cual
tienen una capacidad superior.
La acción principal se desarrolla mucho después de esa
época, con gran parte de las tierras bajas anegadas, pero parece que la
humanidad está en una situación mejor pues ha aprendido de los errores de
aquella época (llamada del Invernadero). Una historiadora de esa época se ha
dedicado a investigar sobre esos tiempos lejanos y ha escrito una novela coral
(esto es, hay una novela dentro de otra), en la que cada personaje ofrece una
perspectiva distinta sobre aquellos tiempos.
La verdad es que da muy mal rollo ver cómo nos estamos
dirigiendo hacia esa sociedad; la crisis actual está haciendo que el paro se
dispare hacia niveles insostenibles en varios países; algunos están hablando ya
de “renta mínima”, que cobrarían los parados de larga duración para cubrir sus
necesidades más básicas. El efecto invernadero parece seguir su curso sin prisa
pero sin pausa, así como el aumento de la población. Los recursos naturales
siguen su vía de agotamiento, y el neoliberalismo económico sigue siendo la
doctrina predominante: el afán de lucro campa a sus anchas, las máquinas siguen
sustituyendo a las personas y muchos todavía siguen creyendo que los recursos
del planeta son infinitos. Y, si no lo creen, no miran más allá de los
beneficios a corto plazo.
Sin embargo, la novela deja un resquicio a la esperanza,
pues de entre algunas personas de aquella sociedad surge la iniciativa de
formar lo que ellos llaman Nuevos Hombres, entre los que no existiría la
distinción supra-infra y que tendrían la posibilidad de desarrollar todo su
potencial, independientemente de su origen social. Y comienzan, como no podría
ser de otra manera, con la educación de los niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario