Hace pocos dias vi la miniserie documental Asquerosamente rico (Filthy Rich), sobre el caso de Jeffrey Epstein. Aparte de lo terrible del caso en sí, me puse a reflexionar sobre el hecho de que, cuando se tiene mucho más dinero del que se podría gastar uno en vida, lo que se busca no es ya cubrir las necesidades o los caprichos materiales, sino dar rienda suelta a los deseos más abyectos. Si a eso le añadimos una gran inteligencia y una personalidad narcisista, es cuestión de tiempo que otras personas resulten terriblemente dañadas.
¿Qué se puede comprar cuando se tiene todo? Obviamente lo que queda es comprar a otras personas, tener poder sobre ellos. Y lo fácil en este caso es comprar voluntades de menores de edad, que se encuentran en una situación vulnerable pues no tienen su personalidad formada. En muchas ocasiones proceden de familias desestructuradas o donde los padres tienen trabajos que les ocupan demasiado tiempo. Además, en la adolescencia es típico intentar reafirmarse alejándose de las figuras paternales y acercarse a otros adolescentes para crear un sentimiento de pertenencia a un grupo. Si resulta que esos otros te llevan por donde no debes... el daño puede ser irreparable.
Cuando se tiene mucho dinero se tiene poder para comprar voluntades. Es más fácil librarse del peso de la justicia, si es que alguna vez ese peso cae sobre ti, y más si te deben favores, ya sea porque conoces los trapos sucios de los otros o porque has hecho una generosa donación de dinero que los beneficia, ya sea directa o indirectamente.
Es cierto que estos asuntos sacan a la luz lo peor del ser humano, pero también muestran su grandeza. En este caso me quedo con todas las chicas que dieron la cara, aun sabiendo que iban a tener que revivir todo lo que les pasó, a pesar del acoso que sufrieron por parte de investigadores privados contratados por el magnate, del mal rato que iban a pasar en el juicio, y de muchas otras cosas. Ellas no querían dinero; ningún dinero iba a reparar el daño que habían sufrido. No puedo siquiera imaginar el infierno que debieron vivir, y que todavía hoy las acompaña. Lo único que querían era justicia y que Epstein se sentara en el banquillo de los acusados y fuera condenado por todo el mal que hizo. Fueron muy valientes. Hubo muchas más que prefirieron callar.
También me quedo con los policías y los abogados defensores, que lucharon contra viento y marea para que se hiciera justicia. Gente honrada que también se vieron presionados desde arriba para no seguir investigando. Es admirable que siguieran adelante, incluso cuando sabían que estaban vigilando a miembros de su familia. Otro personaje que realmente reconcilia con la humanidad es el juez de Nueva York que, a pesar de que Epstein acabara "suicidándose" (un suicidio muy, muy extraño), quiso dar voz a las supervivientes y les dio la oportunidad de testificar en el juicio. Al menos eso les sirvió para sentirse escuchadas, cerrar ese capítulo e intentar rehacer su vida.
De todas formas, me queda la terrible certeza de que Epstein no era un caso aislado: tenía muchos amigos poderosos con los que "compartía" a las chicas y que no se han visto afectados. Me temo que habrá muchas más personas de las que tienen "el dinero como castigo", que diría un buen amigo, que también compran voluntades de personas de poca edad aprovechándose de su falta de recursos interiores y de su necesidad. Ese es para mí el peor crimen que alguien puede cometer: destrozar para siempre la vida de otra persona. La muerte no es lo peor que se le puede causar a alguien. No hay nada más destructivo que destrozar la inocencia de un niño y quebrar para siempre su confianza en los demás. Como dijo el Maestro más grande que pisó este mundo: "si alguien hace
tropezar a uno de estos pequeños, sería mejor para él que le ataran una piedra
de molino al cuello y lo arrojaran al mar".
Como siempre digo, "que el cielo le juzgue". A él y a tantos otros que siguen vivos destruyendo voluntades solo por satisfacer sus ansias de poder.
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